Chinco Ferrer era rector de la universidad cuando tuve mis primeros contactos con él, ya que su hijo estaba en la pequeña liga de béisbol donde mi padre era entrenador. Era feo (supongo que lo sigue siendo) pero las pocas veces que lo recuerdo en el campo, era amable y todo el mundo lo respetaba.
Luego empecé a escuchar historias de su actuación al frente de LUZ, contadas por mi madre. Siempre lo admiró por recto, honesto e inteligente. Que daba audiencias a las 6 am, que tenía memoria de elefante, que se fue de doctorado y regresó summa cum laude y un año antes de lo que correspondía. La expresión “sóis más inteligente que el chinco” pasó a ser un dicho popular en la región. Le tocó ser rector justo después del viernes negro. Pero según mi madre nadie había dirigido LUZ con tanto criterio. Lo vi cuando dirigió el comité organizador de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Maracaibo, un puesto que seguramente se ganó sin competencia. Admirable, por su inteligencia y tesón sin par.
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